Ahora, la abstracción real no es un proceso que el sujeto decida, sino un postulado implícito en la ejecución del intercambio mercantil. El sujeto sabe que sucede una cierta abstracción, y sin embargo actúa como si no. Al nivel de la conciencia se conoce el mecanismo del intercambio y la génesis del valor, pero en las prácticas actúan como si no fuera así.
La abstracción real tampoco es una abstracción-pensamiento que encapsula propiedades de los objetos diversos y variados para aprehenderlos en universales o conceptos. No es cierto entonces que esta abstracción suceda en la esfera ‘interior’ del sujeto, para aprehender lo ‘externo’ (esfera de los objetos). Esto sucede en una esfera descentralizada, neutral y previa a la determinación sujeto-objeto. “La abstracción real de intercambio no es pensamiento, pero tiene la forma de pensamiento”.[4] De este modo, podemos decir que el estatus ontológico del inconsciente no es de pensamiento, pero tiene la forma de pensamiento. Entonces el pensamiento –como materia- se articula en el mundo desde una forma previa. Este orden formal es el orden simbólico y es el tejido sobre el cual la esfera ‘”interna” (subjetiva) y la esfera “externa” (objetiva) pueden relacionarse y tener sentido. Esta abstracción no puede entenderse como un problema epistemológico porque escapa a la distinción tradicional objeto real-objeto de conocimiento, la consideración del inconsciente –tomado en este sentido- subvierte el campo mismo de la distinción.[5]
Estas aclaraciones nos permiten, en efecto, ver que el ejercicio del pensamiento está de antemano determinado por la contingencia del orden simbólico específico desde el cual el sujeto piensa pero nunca sabe de él porque escapa al campo de la conciencia. Los órdenes simbólicos han existido desde el origen del hombre, pero no es hasta las sociedades capitalistas donde se genera ideología en sentido estricto.
[…] el propietario que participa en el acto de intercambio procede como un “solipsista práctico”: desdeña la dimensión universal y socio-sintética de su acto, reduciéndolo a un encuentro casual de individuos atomizados en el mercado. Esta dimensión social “reprimida” de su acto emerge por consiguiente en la forma de su contrario, como Razón universal dirigida a la observación de la naturaleza (la red de categorías de “razón pura” como el marco conceptual de las ciencias naturales).[6]
Es el desconocimiento de la lógica del movimiento de la realidad lo que la permite su existencia. Es este secreto lo que da vida a la realidad. Por esto, la ideología no es un encubrimiento de la realidad por una falsa representación de la misma. La realidad misma es ideológica…
“ […] ’ideológica’ no es la ‘falsa conciencia’ de un ser (social) sino este ser en la medida en que está soportado por la ‘falsa conciencia’ “.[7]
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